Buenos Aires, Lunes 9 de Septiembre de 2024
Por Tina Sollosky
Desde sus inicios, Bonilla ha mostrado un particular interés por géneros como el folk, el rock y la psicodelia, y ha sabido reinventarse con cada proyecto. Su primer EP, “Panacea”, fue un claro ejemplo de su enfoque experimental, donde se valía del uso de samples y elementos electrónicos para construir sus composiciones. Pero con el paso del tiempo, su música ha tomado un rumbo más orgánico, optando por arreglos más complejos con la incorporación de ensambles acústicos y colaboraciones con músicos de distintas trayectorias.
El más reciente lanzamiento de Bonilla, titulado “Albor”, marca una nueva etapa en su carrera. Esta obra, que forma parte de un proyecto en desarrollo, explora una estética pop contemporánea con una profunda influencia poética. Las letras de Bonilla entrelazan situaciones cotidianas, transformando lo simple en algo sublime a través de su particular estilo de narración.
Grabado en La Increíble Sociedad, un prestigioso estudio en Quito, Ecuador, “Albor” muestra a un Gustavo Bonilla más ambicioso, tanto en términos musicales como conceptuales. El sonido es una mezcla de delicadeza y precisión, características que también definen su trabajo en arquitectura. Para Bonilla, la música y la arquitectura comparten principios similares: ambos buscan lo bello, lo simple y lo depurado, en un equilibrio entre la técnica y la emoción.
La arquitectura, como su otra gran pasión, ha influido de manera significativa en su enfoque musical. Al igual que en el diseño de espacios, Bonilla busca que su música refleje una estructura sólida, con capas que se revelan poco a poco. Su obra es un testimonio de la relación entre lo estético y lo funcional, una convergencia entre el espacio físico y el espacio sonoro.
Con “Albor”, Gustavo Bonilla demuestra que su visión artística sigue en constante evolución, y que su ambición de crear una obra prolífica va de la mano con su deseo de depurar su estilo hasta alcanzar la esencia de lo que considera bello. En este sentido, su música, al igual que su arquitectura, es un reflejo de su habilidad para transformar lo cotidiano en algo extraordinario.
A medida que continúa avanzando en su carrera, Bonilla está dispuesto a seguir explorando nuevos horizontes creativos. “Albor” es solo el comienzo de lo que promete ser una fructífera etapa artística, en la que sus proyectos futuros seguramente seguirán desafiando las convenciones y ofreciendo nuevas perspectivas tanto en la música como en la arquitectura.
Gustavo Bonilla es, sin duda, un artista completo que ha sabido fusionar su pasión por lo visual y lo sonoro, y que continúa construyendo un legado en el que ambas disciplinas se retroalimentan de manera única y enriquecedora